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FUENTE: Fundación de Investigaciones Sociales A.C. FISAC
MÉXICO
Hablar sobre el manejo del estrés es un tema que ha ocupado un importante lugar en distintas disciplinas como la psicología y la prevención de adicciones; en esta ocasión lo abordaremos como una habilidad para la vida para evitar el uso nocivo del alcohol.
Sabemos que el estrés en su origen biológico cumple una función esencial que es la de mantenernos vivos cuando se presentan sucesos amenazantes para nuestra integridad. En el ámbito laboral es útil cuando nos motiva a resolver problemas, a establecer metas o entregar resultados. A este estrés “positivo” se le conoce como eustrés. Sin embargo, la otra cara de la moneda es conocida como distrés y se ha convertido en uno de los principales factores que minan la calidad de vida de miles de personas, afectando el estado de ánimo y la salud. A su vez, el distrés puede detonar distintas conductas de riesgo que aumentan los daños de quien lo sufre y en ocasiones de la sociedad, o puede evolucionar hasta convertirse en un trastorno de ansiedad.
Hacer un uso nocivo del alcohol abarca distintos factores, para fines de este artículo mencionaremos sólo dos de ellos: beber excesiva y explosivamente. El consumo excesivo se entiende, de acuerdo a lo establecido por la Secretaría de Salud, como consumir, en 24 h, más de tres copas en el caso de mujeres y más de cuatro en el caso de los hombres, siendo ambos adultos sanos. Por su parte, el consumo explosivo se refiere a una ingesta abundante de alcohol en períodos cortos de tiempo, usualmente asociada a competencias o desafíos. No dar el tiempo necesario para que el hígado pueda metabolizar el etanol presente en la sangre genera un rápido aumento de su concentración en la misma.
Es sabido que las bebidas con alcohol producen relajación y desinhibición, sensaciones que algunas personas buscan para bajar sus niveles de estrés y así poder pasar un momento de calma. Sin embargo, quitar la sensación no quiere decir que el problema que genera el estrés haya desaparecido. Si al preguntarnos ¿para qué estoy consumiendo alcohol? la respuesta se relaciona con frases como “para sentirme mejor” o “para dejar de sentir”, puede ser momento de buscar ayuda profesional y aprender sobre herramientas y habilidades para la vida que nos permitan realmente dar solución a las emociones que están provocando este patrón de consumo. Tampoco quienes consumen bebidas con alcohol de manera excesiva logran solucionar los problemas, de hecho es frecuente que dichos problemas se agraven debido a que el juicio y el control de impulsos están afectados por la depresión del sistema nervioso central provocada por el etanol.
Una de las razones por las que nos encontramos en momentos en lo que tenemos mayor dificultad para hacer frente a los conflictos que se nos presentanhe debe a que no permitimos la completa descarga de las emociones que surgen en el diario vivir. Por ejemplo, si ante alguna situación experimentamos enojo, es común que aparezcan ideas que eviten la expresión verbal o conductual de dicha emoción, sin embargo, la excitación física permanece en el cuerpo, tomando la forma en algunas ocasiones de tensión muscular, misma que puede provocar desde un dolor de cabeza leve hasta migraña, contracturas musculares, etc. Cuando este proceso se repite varias veces al día durante períodos de tiempo relativamente largos, el estado de ánimo y la salud en general se ven afectados. Esta breve explicación es sólo un componente del complejo fenómeno del estrés pero nos ayudará a comprender mejor las siguientes opciones para su manejo.
- Identifica la causa de estrés en el momento. Cuando comiences a sentir el “hueco” en el estómago o que tu corazón se acelera, lleva tu atención a las sensaciones y revisa qué pensamientos están cruzando por tu mente en ese momento. Muchas veces el detonador de estrés es fácil de identificar e incluso puedes resolverlo en el momento, evitando excederte en el consumo de alcohol para “hacerle frente”. Además, es una buena oportunidad para determinar si está en tus manos resolverlo o no.
- Permite que la emoción termine su curso. Cuando estés experimentando cualquier emoción, date cuenta de ello. Puede parecer absurdo pero unos segundos de reconocimiento le dan lugar a la emoción, es decir, validamos su presencia dentro de nosotros. Un pensamiento de este tipo podría ser “Me doy cuenta de que estoy enojado, lo acepto como es”. No poner resistencia facilita que la emoción siga su curso y que puedas hablar para solucionar el problema. Adormecer la emoción con un consumo excesivo detiene este proceso.
- Descansa y relájate. Usar tu tiempo libre en actividades que aporten a tu desarrollo es siempre una buena opción. Practicar actividades artísticas, hacer ejercicio, aprender a respirar, asistir a eventos culturales o seguir alguna disciplina espiritual siempre es de utilidad pues nos ayuda a relajar el cuerpo y ver las situaciones desde distintas perspectivas.
- Tu actitud hace la diferencia. Recuerda que el estrés existe para protegernos, experimentarlo no siempre es negativo; la diferencia está en la frecuencia y la intensidad con la que se experimenta. Cuando sientas que un apoyo profesional pueda acompañar un proceso estresante, solicita ayuda, no esperes a estar mal. Puedes evitar padecimientos más complejos cuando trabajas con tus emociones y pensamientos.
Bibliografía
*Fundación de Investigaciones Sociales A.C. FISAC
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