Los medios de comunicación se han dado a la tarea de transmitir a la sociedad una gran variedad de contenidos, y ello ha generado una gran diversidad de ideologías. La sociedad no se ha percatado de qué tipo de contenidos asimila a la hora de conectarse y hacer un clic con cualquier medio. Nos conectamos a mundos llenos de visiones, donde los colores y las formas se explayan a través de nuestros sentidos sin saber que estamos recibiendo información sin contenido ético, en la mayoría de los casos, donde sólo existen formas de expresión de un individualismo convertido en narcisismo, donde el ego triunfa sobre todo lo demás, en todos los aspectos sociales. Hablar de dioses y hablar de virtudes queda sólo reducido a imágenes a iconos sin censura, sin prudencia, sin reflexión y sin normatividad.

Los jóvenes de hoy en día sólo corren el riesgo de alimentar  sus propios anhelos y dejar atrás toda enseñanza de vida de sus padres y familiares y solo vivir una vida light, esto es, una vida sin compromisos. Esto es: vivir sin reglas, vivir solos,  ganar dinero y gastarlo en placeres hedonistas que sólo involucran el goce de su propio ego.

El diálogo y la vida comunitaria se están perdiendo. Sin más, el joven del siglo XXI enfrenta el desafío de evitar salidas falsas, cimentadas en adicciones - con el fin de sentirse vivo, para sentirse libre, sin darse cuenta de que está viviendo en un mundo donde no existe la reflexión y el respeto a la vida misma.

La sociedad actual aprende de los medios a vivir en un mundo sin honestidad, donde la espera de un futuro mejor se reduce a una palabra de aliento, de amor, de cariño, de paz, para forjar un mundo transparente donde existan valores, se hable y se practique lo que se desea, un mundo donde no se necesite un medio como la televisión, la computadora o el internet para poder escuchar palabras que el yo ni siquiera interpela.

Los medios no acompañan, informan. Los jóvenes buscan información para su propia recreación. Los jóvenes poco hablan y cuando lo hacen, hablan de otros, nunca de ellos mismos porque han perdido la habilidad de crecer en diálogo, de respetar al semejante, que es tan valioso y tan auténtico como él mismo.

La pregunta que nos toca hacernos a los maestros es ¿qué hacemos nosotros por los jóvenes? Los docentes exponen el contenido de las materias, exigen, y algunas veces, cuando el alumno no quiere trabajar, esa exigencia se convierte en sufrimiento. Sin embargo, el maestro debe ser guía ante todo. Un guía que debe escuchar a los jóvenes y, sin destruir las ideas de los alumnos, encaminarlos.

En la actualidad, los maestros enfrentan una juventud deseosa de justicia, pero incapaz de comunicarse o reflexionar sobre sí misma, por ello, el maestro debe buscar vías de comunicación en la docencia que le ayuden a conocer las necesidades de sus alumnos en los diferentes contextos culturales, tienen tendencias a experimentar los riesgos.

El maestro trabaja con jóvenes desorientados que más allá de una formación integral. Vivir, para ellos, significa padecer un estado de angustia; la libertad, un uso desmesurado de placer. Los jóvenes no asumen el compromiso porque algunas veces los maestros no miran a los alumnos como personas con necesidades, sino como alguien que tiene la necesidad de escuchar para acreditar una materia. El maestro, sobre todo a nivel universitario, debe buscar un vínculo con los alumnos más allá del aula, para despertar en ellos una forma de ser plena y lograr que en sus vidas diarias exista el sentido de la vida misma. Una vida en comunidad, pues la vida sin los semejantes carece de sentido.

El joven sin apoyo cae en el hoyo de la soledad. El maestro debe hacer que el alumno descubra sus propios valores y darle herramientas para que vaya corrigiendo sus vicios, que son muestra de inmadurez y de mala experiencia de vida. La tristeza de un alumno expresa, en la mayoría de los casos, la falta de una presencia orientadora y confidencial, tan necesaria en el fortalecimiento de su desarrollo.

La sabiduría de los maestros puede ser un arma que los ayude a enfrentar cualquier situación. Los maestros son modelos de vida que irradian luces del alma, aún cuando todo se ha perdido. El maestro puede y debe fortalecer e incrementar los deseos de triunfo en la vida profesional. Las aulas deben estar llenas de actividades recreativas en la vida académica, donde el mundo de hoy debe ser una esperanza de aliento en la vida personal.

La vida universitaria arraiga y forma el carácter del joven actual para transformarlo en un ser capaz de desarrollarse en el ámbito que elija y pueda alcanzar las metas que se proponga.

FUENTE:      Universidad Simón Bolívar

http://www.usb.edu.mx