ESPAÑA

Siempre hay alcohol de por medio, ya sea en una boda, en un cumpleaños, en las fiestas de Hogueras o en Moros y Cristianos.

En los últimos 25 años la sociedad en general y en concreto, la española ha cambiado y evolucionado de forma considerable.

Las etapas del desarrollo de las personas a nivel evolutivo muchas veces se adelantan o se pasan demasiado rápido. Los niños dejan de ser niños y quieren ser mayores antes, y para ser adultos lo primero que hacen nuestros jóvenes es fijarse en sus modelos y patrones conductuales más cercanos. Es decir, sus padres, sus familiares, sus amigos y la gente de su entorno inmediato.

Los adultos también han evolucionado y no son los mismos de antaño, en los últimos años ha primado un afán por el consumo, por gastar y tener dinero fácil. Era corriente escuchar cosas como ésta; si se desea cualquier cosa se obtiene inmediatamente, que el niño de 10 años quiere móvil se le compra y encima le voy poniendo saldo porque si no se enfada. No se han apreciado conductas como el esfuerzo y el sacrificio, ni se han inculcado a los jóvenes valores como todo lo que uno quiere cuesta uno o varios esfuerzos.

Esta ayuda tan fundamental que ha proporcionado el mundo adulto se une al hedonismo propio de los jóvenes que están en plena etapa de desarrollo psicológico donde ellos son el centro del universo y todo gira a su alrededor. La intolerancia a la frustración y la consecución de hechos que proporcionen placer o bienestar inmediato es el eje principal que mueve y motiva a nuestros niños y adolescentes.

Los últimos estudios explican cómo los niños cada vez a más temprana edad empiezan a beber alcohol y consumir hachís, situándose la media actualmente entre los 12 y 13 años coincidiendo con el inicio de la etapa de secundaria (ESO).

En esta etapa pre-adolescente se siguen consumiendo en exceso nuevas tecnologías como ordenadores, redes sociales, videojuegos, etcétera. Pero es justo ahora cuando los jóvenes experimentan con estas sustancias nuevas; la más común: el alcohol.

El alcohol se ha convertido en un ingrediente esencial en los momentos de ocio de la juventud. Incluso existe desde hace más de una década todo un movimiento social para beber como lo es el fenómeno del botellón. Pero ¿qué es el botellón? Es simplemente beber o hay algo más... El fenómeno del botellón tiene dos partes: por un lado beber alcohol de una forma más barata que en los bares y, por otro, es un punto de interacción social donde los jóvenes se reúnen, hablan e incluso ligan.

Ciertamente, los jóvenes necesitan su propio espacio para relacionarse, el problema viene cuando se materializa la idea muy popularizada entre la juventud de que beber en exceso es muy divertido y no tiene consecuencias. El alcohol es un ingrediente que funciona muy bien a corto plazo coincidiendo con el modelo cognitivo y social de obtener placer contingentemente a la acción, es decir, que conforme se bebe se va produciendo la desinhibición y un aumento del bienestar.

Pero es justamente en esos momentos cuando se pasa de la mera excitación placentera que produce el alcohol a convertirse en un patrón conductual que se repite todos los fines de semana, con consecuencias nefastas para la salud física y psicológica. Este patrón conductual que a lo largo del consumo frecuente y abusivo pasa ya a llamarse adicción.

Por otro lado, no es justo responsabilizar exclusivamente a los jóvenes, puesto como decía anteriormente, los niños y los adolescentes copian modelos conductuales de su entorno, muchas veces acelerados sus cambios, ya que, los hechos suceden a edades más tempranas. ¿O es qué los adultos no se sobrepasan bebiendo alcohol en las fiestas de los diferentes municipios? En nuestra cultura hay un condicionamiento clásico que se da en todas nuestras celebraciones: el alcohol unido a festividad, ya sea en una boda, en un cumpleaños, en las fiestas de Hogueras o en Moros y Cristianos, siempre hay alcohol por medio. Esta herencia que tenemos de nuestros antepasados se convierte en un problema social y de salud cuando se realiza en exceso. El factor cognitivo es lo más importante, es decir, la creencia de que es la única forma de divertirse para nuestros jóvenes. Esta creencia pasa a convertirse en un valor social y cultural que se trasmite de generación en generación.

Estos meses atrás hemos leído y escuchado todo tipo de comentarios referidos a ubicar a los jóvenes en el famoso botellódromo, ese recinto donde se iba a poder beber en la calle sin problemas. Muchas voces se han alzado en torno a su ubicación y legitimidad, pero nadie se ha cuestionado hacia dónde va el futuro de nuestra sociedad con esos adultos venideros educados dentro de un modelo de consumo en todas sus expresiones, desde un consumo material a consumo de sustancias que va a generar que en la sociedad del mañana se tenga que realizar una fuerte inversión económica para el tratamiento y la rehabilitación de esas personas con adicción.

Este futuro no es tan lejano, puesto que ya tenemos varios casos de adicción que se detectan dentro de los centros educativos. Lo que los adultos y en concreto, los padres no saben es a quién acudir para tratar el problema de sus hijos ¿Quién tiene las competencias lícitas para actuar? ¿hacia dónde se dirigen estos padres? ¿es Sanidad? ¿es Educación? ¿es Bienestar Social? ¿qué programa llevan los partidos políticos para dar respuesta a estas demandas por parte de los ciudadanos?

En mi opinión, debería existir un programa conjunto de actuación multidisciplinar, unos servicios que deberían crearse, cambiando el marco de la legalidad actual y que permitieran realmente atender a estos menores y en consecuencia, al futuro de la sociedad.