ARGENTINA

Se organizan en quintas y casas particulares. Las convocatorias se difunden por Internet, mensajes de texto, carteles que se pegan en lugares transitados y a través de volantes en los que se ponen números de celulares para que los chicos reserven sus entradas a precios que rondan los diez pesos. Allí también se aclara cuando las reuniones son exclusivas para menores. Con esa estrategia, adolescentes y jóvenes evitan los límites horarios, restricciones en la venta de alcohol y la presencia de patovicas.

La previa sigue siendo en casas particulares, pero lo que ahora cambia es el destino de las salidas de chicas y chicos que cada fin de semana buscan una nueva alternativa de diversión nocturna: fiestas privadas organizadas por ellos en viviendas ubicadas en la zona de quintas.

La intención de esta nueva modalidad es escapar a los límites horarios que acaban de establecerse en territorio bonaerense, a las restricciones que existen para la venta de alcohol y también a los controles que los patovicas hacen en los accesos de los boliches, impidiendo la entrada de menores de edad en los horarios establecidos para los mayores.

La creatividad para la convocatoria tiene varias posibilidades, porque los adolescentes actuales disponen de múltiples recursos, como anuncios en las páginas sociales del tipo Facebook, mensajes de texto a través de celulares, correos electrónicos, chateo a través de Internet, carteles que se pegan en lugares de mucho tránsito y volantes que se arrojan en sitios donde se concentran jóvenes, además del tradicional "boca a boca".

Las reuniones tienen distintas características y los bailes pueden ser de disfraces, de algún tipo de música en especial, como de los ´80, ´90, reggae o hip hop, con obras de teatro y hasta con recitales, pero una de las características por las que los chicos las eligen es la tranquilidad con que pueden manejarse, lejos de la presencia de mayores.

Música, diversión y alcohol

La consigna es pasarla bien, con buena música, sin demasiados controles, alcohol en abundancia y entradas relativamente baratas en relación con la oferta. "Los boliches son siempre iguales y pasan a ser un poco aburridos, en cambio las fiestas cambian de onda y si no te gusta un estilo averiguás dónde hay otra", señala Melisa, una joven estudiante de una escuela secundaria juninense que concurre en forma habitual a este tipo de reuniones.

Generalmente las entradas a estas fiestas tienen un  precio de entre diez y quince pesos, son con canilla libre, la mayoría es exclusivamente para menores y los chicos aseguran que "hay mucha tranquilidad, no hubo nunca violencia ni peleas, porque los organizadores no dejan entrar a gente complicada o que se sabe que bardea", según las propias palabras de Nicolás, que prefiere este tipo de reuniones a los boliches.

Algunos de los organizadores explican que después del pico de epidemia de Gripe A, cuando se suspendió la actividad en los boliches, fue notorio el crecimiento de las fiestas privadas. "Empezamos hace más de un año a organizar estas fiestas, invitando a chicos conocidos,  pero por las distintas prohibiciones que hubo, desde hace unos meses las hacemos todos los sábados", explica Adrián, quien agrega que "los chicos no son tontos, no se complican la vida y ellos mismos cuidan el ambiente, pero además, el precio de las entradas y la necesidad de contar un vehículo para movilizarse, restringe la participación a un sector".

Como se ve, los chicos siempre encuentran alternativas para burlar los controles y las normas cuando procuran divertirse, pero invariablemente para conseguir ese objetivo, cuentan con la complicidad de los adultos. En principio, de los propios padres, que no desalientan ni impiden que sus hijos participen de estas reuniones y, en segundo término, de quienes se encargan de organizar las "fiestas privadas".

Sin límites horarios.

Pero sin dudas, otro de los atractivos que ofrecen las fiestas privadas para los chicos pasa por la ausencia de un límite horario. Mientras en la provincia de Buenos Aires están tratando de aplicar la reciente ley que regula el funcionamiento de los boliches, las fiestas no tienen una hora establecida para terminar y, de acuerdo con las estimaciones de los organizadores, se viene un verano con todo.

"Las fiestas se terminan cuando se acaban las bebidas, porque como es canilla libre. Pasadas las tres de la madrugada no queda ni siquiera una gota de agua", afirma Antonella, estudiante juninense del último año del Polimodal.

Para las autoridades, la situación no es sencilla y en ese sentido reconocen que "si hay un fiesta multitudinaria en un lugar privado, sólo podemos entrar con la orden de un juez, pero si no molestan a los vecinos y no hay quejas, sólo nos quedan los controles de alcoholemia en  los caminos de los alrededores de la quinta, para evitar que los chicos conduzcan después de beber alcohol".

De todas maneras, desde el Municipio aseguran que si la convocatoria excede el marco de una reunión familiar o privada, y se realiza en un lugar público, se llevan adelante todas las medidas para abortar este tipo de reuniones. el, responsable de Inspección General de la comuna, indicó que "nosotros no podemos actuar si se trata de una reunión de características privadas en una quinta particular que tenga un desarrollo sin molestar a los demás, pero si se reciben quejas de los vecinos porque los decibeles de la música superan los límites establecidos, aplicamos la normativa correspondiente".

El funcionario agregó que "en dos ocasiones detectamos la convocatoria a fiestas que en realidad no eran privadas, que de acuerdo con los volantes que habían empapelado la ciudad se hacían en un supuesto estadio de San Lorenzo, y logramos determinar que se estaba organizando en un sindicato que se encuentra emplazado sobre calle San Lorenzo, por lo que hablamos con los responsables de esa organización gremial y pudimos suspenderla, porque las instalaciones no están habilitadas para funcionar como boliche ni organizar bailes".

Explicó que "nosotros no queremos perjudicar a nadie y cada uno es dueño de hacer una fiesta particular o familiar en su casa o quinta, siempre que no moleste a sus vecinos, pero si la reunión abarca de manera indiscriminada a todos los jóvenes, se cobran entradas y se vende alcohol,  advertimos que eso no se puede hacer y si lo detectamos, clausuramos el lugar y aplicamos las sanciones legales a los responsables".

Sin embargo, más allá de los esfuerzos oficiales, la realidad muestra que este tipo de reuniones aumentan en cantidad cada fin de semana, y así, se convierten en la alternativa a las disco de moda. Los chicos dicen que las prefieren porque son más tranquilas, se sienten identificados por la música y porque no deben someterse a la vigilancia de los patovicas.

Frente a ese panorama, con los controles de horarios que se fijaron en territorio bonaerense, todos coinciden que las quintas y casonas de las afueras son los sitios donde se vivirá con intensidad la noche joven juninense