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  6 de Octubre de 2024

Publicado por daniel 14-4-2010

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TODO PARA TU FIESTA

Discriminación: La importancia de la diferencia

MEXICO

La discriminación es ya una característica de la sociedad lagunera. La apertura de centros comerciales, cines, "antros", minimiza las posibilidades para las personas de un nivel socioeconómico bajo acceder a ellos, pues el costo es elevado y la buena apariencia es imprescindible.

 

Ahora los jóvenes se encuentran con dos mundos: el de la gente VIP donde tener el automóvil último modelo, la ropa de mejor marca, pero sobre todo ir al mejor "antro" es lo importante. Y hay a quienes les tiene sin cuidado acudir a cualquier lugar con tal de conseguir una aventura amorosa o emborracharse gratis pagando lo menos posible por la entrada.

 

Algunos catedráticos advierten sobre los riesgos de promover lugares de esparcimiento restringidos porque la convivencia entre los jóvenes lejos de ser homogénea da cabida a la exclusión y discriminación.

 

En el joven hay una necesidad genuina, independientemente de las clases sociales, de buscar su propia identidad y en función de esto sienten, piensan y actúan.

 

En consecuencia, los lugares que frecuentan y los amigos que escogen van tras esa búsqueda, pues se encuentran a partir de estas relaciones. "De alguna manera sí existen clases sociales dependiendo del tipo de universidad a donde asisten, en dónde viven, entre otras cuestiones".

 

La diferencia de clase social también se ve en los lugares de diversión que frecuentan. "En los ‘antros', desde el momento de seleccionar las personas que pasan y las que no, ahí se va definiendo porque quienes están en la puerta se fijan cómo van vestidos y dependiendo de la imagen toman la decisión de dejarlos entrar o no".

 

No son los jóvenes quienes propician el elitismo, más bien el sistema, incluso los mismos adultos van creando un mundo excluyente porque tienen una forma de pensar a partir de un prejuicio y no de un juicio real de la persona.

 

"Los jóvenes están metidos en un mundo de apariencias, ‘de vales por lo que tienes y no por lo que eres', no los veo tan indefensos porque ya tienen una edad en donde toman sus opciones y decisiones, pero no es tanto que quieran ser elitistas, es por el mundo y el sistema donde ellos se están desenvolviendo".

 

Es necesaria la convivencia de las diferentes clases sociales y fomentar los espacios de esparcimiento entre los jóvenes sin considerar su estatus. "Para ver al otro sin prejuicio es importante una formación integral tanto en lo educativo y familiar, no relacionarse con los demás en base a prejuicios sino en diálogo, propiciar y promover en ellos ese espíritu".

 

A través de la convivencia los jóvenes se vuelven más auténticos y dejan de ser el "chico Ibero" o "chico Tec" para ser ellos mismos, es decir, personas con las mismas inquietudes y deseos. "Deben convivir fuera de la universidad, ser más abiertos al diálogo, a las diferencias de ideas, abrirse a una convivencia de seres humanos".

 

El costo de la diversión

La catedrática de la Universidad Iberoamericana, María Luisa Madero, considera que sí hay discriminación y una prueba es que las personas se molestan porque al momento de entrar a un bar depende de la manera de vestir y de actuar, el poder acceder al lugar.

 

"La persona que está en la puerta tiene la autoridad de poder decidir quién entra y quién no, incluso hasta a qué hora. Pero cuando se presenta algún artista que sea del agrado de todas las clases sociales, no importa qué lugar sea porque acuden a verlo y comparten el espacio".

 

Resulta inexplicable, agrega, cómo los jóvenes soportan ese tipo de situaciones en lugar de ir a otro lugar. "Es una reflexión que deberían hacer en lugar de quejarse, porque en otras cosas son intolerantes como para las llamadas de atención de los padres de familia y profesores, pero toleran estar a expensas de si un desconocido los deja entrar o no a un ‘antro' ".

 

A decir de la catedrática, en el fondo los jóvenes quieren buscar gente conocida y por eso frecuentan cierto tipo de lugares. Asegura que el costo de las entradas y bebidas alcohólicas de los bares también es un síntoma de discriminación.

 

"A algunos chavos sí les molesta convivir con gente de otra clase social, están en las universidades pero no se divierten en los mismos lugares porque sus realidades son distintas, si hablamos de los jóvenes que van a los bares y aceptan los costos de las bebidas y entradas es porque probablemente también aceptan la discriminación".

 

Influencias elitistas

El sacerdote jesuita, Juan José Esquivias, dice que en la nueva etapa cultural conocida como postmodernidad, los jóvenes deberían ser más homogéneos en su forma de sentir y pensar, sin embargo en Torreón la sociedad es discriminatoria.

 

"Pero no es verdad, cuando uno aterriza a grupos concretos o por niveles sociales, te das cuenta que no son tan homogéneos y que sigue existiendo la diversidad y los estereotipos porque finalmente están influenciados y son hijos de una sociedad".

 

Los jóvenes, considera, aunque no quieran, reproducen en la práctica esquemas de separación, de división, de conservar su estatus y eso se observa por los lugares que frecuentan, mismos que son ámbitos distintos donde se da cierta marginación.

 

"Yo que vengo del centro del país al regresar al norte esperaba jóvenes más abiertos pero no es verdad, sí son elitistas. Estoy un poco desencantado, allá conocí a muchos chavos de esta ciudad pero ahora que los vuelvo a tratar son diferentes, es decir: los jóvenes de Torreón son buenos fuera de Torreón, lejos de aquí son activos, propositivos, alegres, abiertos, pero aquí te das cuenta que no son más que chavos de su misma sociedad y elitistas".

 

Torreón, hacia la exclusión

En opinión del catedrático, Sergio Garza Saldívar, las condiciones sociales y económicas han ido acentuando las diferencias y en consecuencia los jóvenes buscan pertenecer a ciertos grupos.

 

Además en la actualidad existe una oferta más amplia de lugares de convivencia pero con cierto público. "No sé si llamarlo discriminación pero sí, a esos sitios sólo acuden grupos sociales cerrados donde caben aquellas personas que cumplen con los estereotipos definidos".

 

Garza Saldívar considera que en Torreón podría pasar lo que sucede en otros países donde el pensamiento juvenil se radicalizó y se dividió. "Los grupos sociales de clase alta tienden a una brecha o a veces hasta un pensamiento más conservador, de derecha y excluyente, lo que afecta a un grupo mayor y fomenta un conflicto que a la larga puede tener repercusiones importantes".

 

Y añade: "por lo que me han comentado los jóvenes sí se distingue mucho el tipo de lugares al que van, si los invitan a otro no acuden porque hay puro ‘naco' o gente con la que no se llevan. Van a ciertos bares dependiendo de su clase social o intereses, hay poca permeabilidad".

 

Años atrás, dice, la convivencia en la región era más homogénea donde no intervenía la clase social pero ahora a consecuencia de la diversidad de oferta educativa y de lugares de esparcimiento, se logró permear y dividir a cada grupo social según el contexto y capacidad económica.

 

"Eso trae como resultado el dividir, el ya no poder convivir con jóvenes con características culturales parecidas sino solamente con aquéllos que tienen posibilidades económicas similares, queda restringida la convivencia entre los jóvenes".

 

Según el catedrático, lo ideal es que pudieran existir espacios de esparcimiento generalizados, sin embargo, con la creación de los centros comerciales y el tipo de cine, se dividen las posibilidades y los jóvenes con menor capacidad económica no pueden acceder a esos lugares.

 

"Si hablas de ‘antros' peor todavía, porque a las barras libres va un tipo de joven que no acude al bar donde la entrada y las bebidas son caras, eso con las repercusiones que representa por la cantidad y el tipo de alcohol que se ingiere, además de la convivencia que se da".

 

Hay pocos lugares, dice, como el bosque Venustiano Carranza, donde acuden personas de todas las clases sociales, "aunque ya va a la baja y van más adultos que jóvenes, ahí se puede encontrar la convivencia de distintos niveles, es buen ejemplo que podríamos seguir y multiplicar en otros espacios, desgraciadamente es el único caso".

 

Otros parques públicos, señala, no permiten ese tipo de convivencia porque la gente de clase social alta percibe inseguridad y se siente susceptible de ser asaltada si acude a ese tipo de lugares.

 

Un factor en la infancia es el hecho de que los padres de familia permiten que sus hijos sólo convivan con niños de su colegio. "La misma sociedad está fomentando esos espacios restringidos y exclusivos para cierto tipo de gente".

 

Y según Garza Saldívar, por la manera en que los padres de familia están educando a sus hijos se puede prever que a la larga serán cada vez más los lugares restringidos.

 

Habrá sanciones: CDHEC

David Omar Sifuentes Bocardo, segundo visitador general de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Coahuila (CDHEC), entiende la discriminación como hacer distinciones por aspecto, color de tez, estatus económico, es decir, cuando se analiza a las personas sin tomar en cuenta sus capacidades sino sólo sus aspectos exteriores.

 

En febrero de 2004 se aprobó la Ley federal para prevenir y eliminar la discriminación, que sancionará los lugares que impidan el acceso a una persona por su forma de vestir o apariencia, aunque sean privados. Se espera que en breve esta medida se adopte también en el Estado de Coahuila.

 

"Muchas veces discriminamos y no nos damos cuenta", comenta David Omar, "cuando en el trabajo ascendemos a los que son amigos o me caen bien pero no se toma en cuenta sus capacidades, todo esto daña mucho a las sociedades porque estamos prefiriendo a las personas que tienen mejor apariencia que a los que en verdad trabajan".

 

En la sociedad lagunera discriminatoria ser pobre equivale a ser blanco de las conductas negativas que dicta la subjetividad.

 

La separación que hacen los jóvenes entre "fresas" y "nacos" atenta totalmente contra los derechos humanos, ya que esta palabra proviene de totonaco, indio, por lo que se hace una doble discriminación, hacia la persona que llaman así y porque se desprecia a los indígenas.

 

No debería ser un motivo de ofensa porque el indígena tiene la misma dignidad y los mismos derechos que todos nosotros.

 

"Como seres racionales que somos no deberíamos tomar en cuenta circunstancias que son vanas", dice David Omar, "pero estamos tan influenciados por los medios, la ropa que usan las personas de la televisión y lo atractivo para los jóvenes es lo superficial".

 

Los señalamientos de este tipo generan brechas entre las clases sociales que son imposibles de salvar porque la diferencia no se hace en base a la capacidad o valores de la persona, sino por el aspecto, la solvencia económica y demás cuestiones banales.

 

"Según los estudios, los jóvenes pasan de cuatro a seis horas diarias viendo la televisión, en la escuela pasan cinco o seis, el mismo tiempo que pasan en la escuela lo pasan viendo televisión", señala David Omar, "pero la televisión es mucho más atractiva que la escuela, todo lo que vemos ahí lo procesamos en nuestra mente porque nos llega de manera directa, sin interrupciones y muy cómodo en la casa".

 

Los reality shows son los principales promotores de los antivalores, pues muestran gente hablando banalidades y son premiados por ello.

 

Competencia por el estatus

Entre estudiantes que asisten a la misma universidad existe una separación de grupos de acuerdo a los intereses personales de los alumnos, pero también en función de su clase socioeconómica.

 

Oralia Esparza, maestra de la Universidad Iberoamericana, dice que la diferencia reside en que somos distintos unos de los otros en cuanto a que la indumentaria de cada quien habla de uno mismo, por lo que la diversidad no solidaria fomenta una dinámica de separación y aparece la distancia.

 

"Veo a las chicas muy esbeltas con ciertos rasgos de ropa que aunque haga mucho frío y porten suéter, tienen la cadera afuera, se acentúan las características femeninas que los medios reproducen como lo que se estila hoy, son aceptadas en sus circunstancias", comenta Oralia, "la moda se impone más allá de la salud".

 

"Desafortunadamente en algunas empresas van a contratar a estas jóvenes por su exterioridad corporal, su forma de conducir las modas, sin importar su capacidad intelectual", agrega.

 

La maestra encuentra diferencias profundas entre los jóvenes en una misma escuela, donde las personas con recursos económicos se van eliminando unas a otras cuando alguna de ellas no cumple con lo que se necesita: ropa de marca, el dinero para el viaje, el reloj o celular.

 

El estatus absorbe a la sociedad lagunera que vive en eterna competencia para mantenerse en el nivel de "fresa" y no rebajarse a la altura de los "nacos", pues una vez ahí es difícil regresar.

 

Se es "naco" en cuanto a que la condición económica y cultural es distinta a la de los que tienen un alcance económico más fuerte, considera.

 

"Debemos tomar esto como una autocrítica, señalando estas diferencias, dinamizarlas como una forma de aceptación", dice Oralia.

 

Jóvenes sin identidad

En los noventas, del 100 por ciento de las mujeres que se pintaron el cabello en México, el 90 por ciento fue rubio, lo que refiere una tendencia de las mexicanas hacia el estereotipo de la mujer aria.

 

La diseñadora, María Amparo Arjona, está a favor de que los jóvenes experimenten con su imagen, pues lo percibe como realzarse a sí mismos.

 

"Estoy a favor de que se pinten el pelo, ellos no lo hacen por verse mejor sino lo hacen por ellos sentirse mejor ante ellos mismos y eso es lo válido, igual que los aretes aquí y allá", dice María Amparo, "es adornarse".

 

Sin embargo, comenta que la globalización ha arrastrado modelos de vida que tienen que ver más con el consumo que con el ser y esto afecta sobremanera a los jóvenes.

 

"Se desvirtúa el ser humano, se convierte en un consumidor galopante que compra lo que sea porque se es a partir de la capacidad de comprar más", dice María Amparo, "es un acumular objetos porque la autoestima es equivalente a la cantidad de objetos que se tengan".

 

Explica que en la Comarca Lagunera se carece de una identidad propia, por lo que los jóvenes fanfarronean presumiendo de bienes mejores a los que en realidad poseen.

 

"Tenemos un criterio popote, me dice una amiga que en Torreón comen frijoles y eructan pollo, porque somos muy fanfarrones", agrega, "tenía una chica que luego andaba diciendo que se iba aquí y allá y debía tres meses de colegiatura".

 

La historia de Tere

Tere estudia en una universidad privada. Sus papás han hecho un gran esfuerzo para que ella entre a este lugar, aunque no entiende por qué. Su mamá le repite que ahí encontrará un muchacho que la saque de pobre mientras su papá dice que saliendo de esa escuela tendrá un mejor empleo.

 

Sus compañeros de clase pasan de lado y no la miran siquiera, pero no se inmuta ni los culpa, pues entiende que son diferentes y no podrían ser amigos. Además, ella tiene su novio, desde hace cuatro años que la quiere a pesar de que su talla es mayor a la edad de su hermano que cursa el kinder.

 

En ocasiones Tere quisiera tener un carro como el "bochito" de su amiga Lolis, que aunque se queda tirado con cualquier indicio de lluvia, es mejor que andar de un camión a otro. Claro que tanto Lolis como Tere quisieran un carro como el de Joanna, el convertible rojo que ella desprecia porque es de hace dos años.

 

Tere se regocija pensando que Joanna envejecerá más pronto por tanto maquillaje que usa, además de que ha tenido más novios que los cigarros que consume al día. Pero mientras tanto, imagina cómo sería un día siendo ella, tener a todos esos muchachos a su alrededor, con sus rizos castaños bailando en el "antro" de moda.

 

Estar "in"; la presión por pertenecer...

Todas las chicas parecen salir del mismo molde: rubias, extremadamente delgadas, con mucho maquillaje y el cabello alaciado, pero amarrado en una cola con flecos que hacen ver un tanto desarrapado el peinado. Visten de negro, con ropa de esas tiendas que ofrecen la talla extrachica pero no la grande.

 

De reojo miran a toda la gente que hay a su alrededor, pero al llegar a la puerta del "antro" saludan de beso y sonrientes al guardia que protege la entrada, quien tras el gesto, les concede el acceso al lugar.

 

Los muchachos son en su mayoría más jóvenes de lo que aparentan, también visten de negro y son delgados. Tienen el cabello brilloso y duro y aún después de horas de bailar sin parar su peinado sigue igual. Incluso su forma de hablar es similar, los ademanes, los gestos, las expresiones: "o sea", "no manches", "güey".

 

Las chicas prefieren no bailar, sólo se sientan a ser admiradas, mientras los muchachos se reúnen en grupos de alrededor de diez para observarlas. Hablan del nuevo jaguar de Beto, del viaje a Madrid de la prima de Charly, que por cierto engordó, del corte de pelo de Alessandra, de que Pepe dejó a Leslie, la nueva sala de pedicure donde cuesta el doble pero vale la pena y los zapatos de Mónica, que no combinan para nada con su atuendo de esta noche.

 

Pocos vienen en pareja, el carro más antiguo es de 2001, pero la mayoría son de este año y del pasado. El estacionamiento está repleto de BMW, cuidados cada uno por dos "guaruras".

 

Los estereotipos no se hacen esperar y llega el joven acompañado de su novia, probablemente anoréxica y detrás de ellos los dos guardias, que aunque no saben utilizar una computadora, tienen permiso para portar un arma.

 

Aquí están presentes muchos de los muchachos que bloquean la avenida Central en Torreón Jardín cuando "dan el rol", es decir, a diario, impidiendo el paso de vehículos, puesto que se quedan varados platicando por largo tiempo. En el "antro" también obstaculizan el paso a las demás personas, si encuentran a un conocido se detienen en el pasillo del baño y quien tenga apuro debe buscar la forma de escabullirse sin molestarlos, pues los "guaruras" se encuentran a un paso del bloqueo.

 

Las chicas sólo toman agua, están agarradas de la botellita como si fuera lo único que las sostiene antes de caer rendidas por los efectos de alcohol, pues dos horas antes, la mayoría pasó a comprar un litro de bebida, dulce de preferencia, para evitar que los demás las vieran emborrachándose.

 

Los demás son parte importante de estos jóvenes, para ellos influye más lo que dicen los otros en cuanto a la elección de carrera, de escuela, de amigos e incluso de pareja, pues debe ser alguien perteneciente al mismo grupo social donde el resto se desenvuelve, de lo contrario, ni siquiera la familia aceptaría ese tipo de relación.

 

Por los demás es que se asiste a este tipo de lugares, aquí los muchachos se ven, se saludan, se critican mutuamente y así se mantienen dentro de ese círculo social tan atesorado por ellos mismos. Si una chica no se aparece o se presenta de alguna forma desfavorable, quedará excluida del grupo, perderá su lugar dentro de esta celosa comunidad.

 

Los otros dictan la pauta a seguir, lo que está de moda, lo que es "in" y lo que ya no se puede volver a usar o hacer, lo "out".

 

Nadie quiere estar "out", es difícil regresar después de haber sido "in", mejor sería comenzar otra vez como es el caso de dos chicas de dos universidades privadas distintas, que después de bajar su "categoría" al tener un novio que no encajaba con el estatus familiar y el círculo de amistades, llegaron a Torreón a comenzar otra vez y no volverán a cometer el mismo error.

 

En las barras libres el ambiente es diferente. Ahí no importa si los jóvenes llegan en taxi o en un automóvil último modelo. La marca de la ropa es lo de menos y la combinación también.

 

Antes de conseguir un lugar donde sentarse, acuden a la barra y preguntan hasta qué hora las bebidas serán gratis, de inmediato hacen su pedido y las manos parecen ser insuficientes para llevarse las botellas de cerveza.

 

A fuerza de beber durante varias horas, los jóvenes se desinhiben y entonces cualquier lugar es bueno para bailar: arriba de las mesas, de los sillones o en los pasillos. Al final la mayoría termina en las tazas de los baños para aliviar, aunque sea un poco, el malestar.

 

Y el que no sigue el ritmo de la música anda "de rol" por el "antro" para encontrar un "ligue". Así, algunos que ni siquiera se conocían terminan en el rincón de una pared besándose apasionadamente.

 

Media hora antes de concluir la barra libre, los pedidos de bebida aumentan. Entonces los meseros reciben propinas generosas a cambio de más alcohol. En pocos minutos las mesas lucen repletas de vasos desechables y botellas de cerveza.

 

La barra libre llega a su fin y el ambiente también. Es hora de salir del lugar. Algunos se tambalean por las escaleras pero ni así apagan los cigarrillos, el más consciente toma un taxi -o tal vez no tenga automóvil- y los otros se arriesgan a manejar por las calles de la ciudad en completo estado de ebriedad.

 

FUENTE:
El Siglo de Torreón

http://www.elsiglodetorreon.com.mx

 

 




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