Tanto se ha dicho de los antros, de la responsabilidad de los propietarios y de manera especial, de las autoridades, pero los actores principales sin duda, deben ser los jóvenes, aunque mención aparte merecen los padres de familia, primeros responsables de la educación de sus hijos.

¿Los jóvenes de nuestro tiempo están preparados para enfrentar todos los embates que los rodean? Normalmente se piensa que el joven no tiene la capacidad suficiente para llegar a un antro y tomar con moderación, cuidar la calidad del consumo, velar porque los amigos y amigas con los que acuden a estos lugares se cuiden entre sí, cuidar para que todos lleguen a sus casas sanos y salvos y a una hora razonable. De ellos se dice que se revientan totalmente, que gustan de los excesos, que se prenden y no miden las consecuencias, que al salir cada uno se va a su casa como puede y que si llevan coche, lo manejan a alta velocidad y de manera imprudente, que el alcohol va acompañado de droga y sexo. Sin duda, cosas de éstas pueden tener sus dosis de exageración y de mentira, pero también mucho de verdad.

Sea cual sea el hecho, no debe dejarse pasar de manera ingenua porque los casos que hemos vivido, presentan cosas que superan la ficción. Golpeados, accidentados, muertos y hospitalizados están ahí como botones de muestra de una realidad que sucede de manera especial los fines de semana en nuestras localidades.

¿El joven tiene conciencia de esta realidad y está preparado para enfrentarla? La vida de antros comenzó a crecer a partir de series y programas de televisión que presentaban el modo de reventarse de los jóvenes de las sociedades europeas y de manera especial, la estadounidense. Programas de las dos televisoras más fuertes mostraban modelos que aunque lejanos nos hicieron creer que ya estaban presentes en nuestra sociedad mexicana. La vida de los viernes de reventón, de los "viernes social", poco a poco tomaron carta de ciudadanía y se han ido quedando. Los jóvenes que no asistían a estos lugares de pronto se sentían extraños y fuera de foco y sin nada que compartir el lunes que se reencontraban en clases. Así, la cultura de los antros se está quedando y jóvenes de todas las edades viven sus fines de semana ligados a lo que pasa en los famosos antros.

La pregunta sigue ¿está preparado un joven para que esta realidad no lo sumerja y se pierda? Y es que ante la problemática económica que enfrentamos, los antros seguirán apareciendo por más operativos que se realicen. Los propietarios de los mismos han encontrado en esta actividad un modo de ganar dinero de inmediato y con poca inversión. Lamentable pero ante la ganancia poco les importa la salud de los jóvenes y mucho menos pensar en el futuro, para ellos "the time is money" así sin más.

Las autoridades seguirán dando permisos, tal vez pongan algunos candados pero siempre habrá forma de abrirlos. Para los municipios, este giro es una forma de obtener ingresos, por lo menos se rumora que ganan más por los permisos no escritos que por los que se pagan en las tesorerías. En el trienio pasado se publicó en este diario que los regidores de Apetatitlán se peleaban por aclarar cuántos permisos podría dar cada uno de ellos. Así que difícilmente se negarán los permisos.

¿Qué queda? Parece poco pero en realidad es mucho. Queda la gran posibilidad educadora de los jóvenes. Queda la oportunidad de dotar a los muchachos de las armas necesarias para poder discernir entre lo bueno y lo malo, para poder decir tomo esto o no, voy a tal lugar o a otro. Hay mucho que hacer y los primeros que deben creer en ellos son ellos mismos. Por lo que está pasando se ve que los primeros en dudar de sus posibilidades, de sus sueños y de sus capacidades son los mismos muchachos, que muchas veces por tratar de huir de una realidad que puede ser la realidad familiar con las circunstancias tan difíciles que estamos viviendo lo que hace que los jóvenes prefieran estar en otro ambiente y no en el familiar. Los antros están sirviendo como refugio a muchos de los sueños perdidos o como el lugar donde se puede vivir una fantasía que nunca existirá en la vida real, aunque para ellos eso es lo menos importante sin olvidar que el despertar será muy doloroso.

Los antros están siendo el refugio donde se esconden los problemas o por lo menos, se intenta que se olvide. Son lugares en los que el ruido, el alcohol, el cigarro y en muchos casos, la droga, enmascaran una realidad que duele y que se prefiere no ver. Son las cápsulas donde se meten los jóvenes en espera de no enfrentar realidades que siempre estarán presentes.

En el deseo de divertirse -algo por cierto muy sano- los jóvenes de nuestro tiempo están viendo reducidas sus posibilidades y encuentran en los antros las únicas de ellas. Por eso vale la pena ampliar las posibilidades, enseñar a los jóvenes a divertirse dándoles muchas opciones que pasen por el deporte, la cultura, la música y el sano esparcimiento. Que aprendan que se puede pasar la tarde y parte de la noche sin que necesariamente se deban embotar los sentidos con el alcohol. Que descubran lo creativo que pueden ser para poder pasar el tiempo.

Sin duda deben aprender a ser proactivos y a tomar con responsabilidad sus distintas realidades por duras que sean. Deben creer que la realidad puede ser transformada por ellos y que la problemática que viven en las familias necesita de verdaderos actores y que ellos pueden ser solución en lugar de convertirse en problemas.

Los jóvenes que van a divertirse de manera sana a los antros -que también los hay- deben enseñar a sus propios amigos a hacerlo. Pueden ser los promotores de la moderación y del control, deben ayudar para que en esos lugares se respete la dignidad de los jóvenes y que no se permita que por una cerveza o por cigarros las muchachas estén sirviendo como objetos de lujuria para muchos que van ex profeso a eso.

Parece idealizar la situación y las propuestas, sin embargo, algo se debe hacer y si los propietarios de los antros no están interesados en cuidar que no se dañe a la juventud, si las autoridades a pesar de los esfuerzos que hacen se encuentran limitados para resolver estos entuertos, la posible solución debe llegar de la formación que se de a los muchachos. Cierto que es una tarea nada fácil por las circunstancias que viven las familias, que ahogadas por su misma problemática poco interés están poniendo en la formación de la juventud, y sin embargo no debieran descuidar a sus hijos y estar muy ocupados en velar por ellos y saber los lugares que frecuentan, los amigos con quienes lo hacen y de modo especial, la hora y el estado en que llegan a su casa.

La escuela debe tomar protagonismo y convertirse en el lugar de cultivo de valores de tal modo que los jóvenes sean capaces de formarse en la responsabilidad, en la moderación y en promotores del cuidado de su salud.

Las organizaciones de jóvenes, incluidas las organizaciones de la misma Iglesia, deben ser capaces de convertirse en educadores y acompañantes de una juventud libre de cualquier esclavitud ligadas a las adicciones.